Saltimbanqui_1

Tuve tan sólo media hora para preparar la maleta y no sabía si era más importante meter la marioneta y su indumentaria o mi ropa para una semana. Al final me decidí por la marioneta, que para algo la había construido, más mi cepillo de dientes, el traje de baño y un par de camisetas que nos vistieran a ambos.

Me he visto obligado a hacer una demostración ante el control de seguridad para justificar las varillas metálicas que articulan el cuerpo del muñeco, pero ha sido todo muy improvisado porque el títere no tiene todavía ni voz, ni nombre -para algo voy al curso, ¿no?. Tras disculparme con los agentes, he pasado rápidamente por el duty-free para ponerme bien de mi perfume favorito y comprar una botella de agua antes de subir al avión. 

Tres horas y media más tarde y a dos mil kilómetros de distancia de casa, arrastro mi maleta por el frente marítmo. Las ranas y las cigarras cantan ocultas entre la vegetación. Son las once la noche y la luna ilumina las ruinas de lo que parece ser una antigua central nuclear semidestruida. Mierda! Pensé que “Power Plant Puppetry Workshop” era un marco conceptual -así como Guerrilla Theatre, o Live Art- pero al ver las chimeneas de hormigón delante de mí he pensado que ahora tiene todo más sentido.

Empujo la reja y ladran unos perros. La maleta no rueda. Así es la vida del saltimbanqui.