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Esta mañana me habría gustado ir a correr por la playa, pero como en la maleta me cupo poco más que las chanclas, he regresado a la central después de darme un chapuzón en el mar. Tenía pendiente ponerle nombre a mi títere y confeccionarle unas manos que son en realidad unas garras porque es un perro chino. Y a pesar de que lo segundo no lo he conseguido porque tengo heridas en los dedos de tanto coser, lo he bautizado Chang-Pu. Estas son mis tres razones:

-Poética: significa “sencillo para simpre”
-Eufonía: señoras y señores, un aplauso para…
-Carácter lúdico: es divertido decirlo y es fácil de recordar

Si miras con atención podrás ver pájarillos de colores en el pequeño bosque de árboles y palmeras entre los que están dispersos los restos de la central termoeléctrica.. Los almacenes de carbón se han reconvertido en las celdas donde dormimos, el comedor está ubicado dentro de la torre de refrigeración y la sala de condensadores la utilizamos como sala de ensayo. Todo ello con un cierto aire distópico.

El maestro es un pirata grandote y peludo con barbas rojas. Es cercano y distante a la vez, directo pero tangencial y se dirige a nosotros exclusivamente a través de sus títeres. Hoy mientras todos le observamos boquiabiertos hablar sobre la importancia de la transformación de la energía en diferentes idiomas, me di cuenta de que al fondo de la sala nuestros muñecos susurraban entre ellos discretamente.

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Tuve tan sólo media hora para preparar la maleta y no sabía si era más importante meter la marioneta y su indumentaria o mi ropa para una semana. Al final me decidí por la marioneta, que para algo la había construido, más mi cepillo de dientes, el traje de baño y un par de camisetas que nos vistieran a ambos.

Me he visto obligado a hacer una demostración ante el control de seguridad para justificar las varillas metálicas que articulan el cuerpo del muñeco, pero ha sido todo muy improvisado porque el títere no tiene todavía ni voz, ni nombre -para algo voy al curso, ¿no?. Tras disculparme con los agentes, he pasado rápidamente por el duty-free para ponerme bien de mi perfume favorito y comprar una botella de agua antes de subir al avión. 

Tres horas y media más tarde y a dos mil kilómetros de distancia de casa, arrastro mi maleta por el frente marítmo. Las ranas y las cigarras cantan ocultas entre la vegetación. Son las once la noche y la luna ilumina las ruinas de lo que parece ser una antigua central nuclear semidestruida. Mierda! Pensé que “Power Plant Puppetry Workshop” era un marco conceptual -así como Guerrilla Theatre, o Live Art- pero al ver las chimeneas de hormigón delante de mí he pensado que ahora tiene todo más sentido.

Empujo la reja y ladran unos perros. La maleta no rueda. Así es la vida del saltimbanqui.