Hasta Burdeos

Nick es alargado tirando a flaquenque y con una barba negra azabache como la de Jim Morrison en sus época más oscura.

Nos conocimos en el futuro y nos fuimos haciendo amigos en el pasado y en el presente trabajando como extras en diferentes rodajes.

Hace un mes, vestidos de hippies en la estación de Paddington, Nick me propuso acompañarlo a llevar un camión de Londres a Burdeos y acepté pensando que como plan de vacaciones de verano no estaba del todo mal.

Hoy de madrugada cruzamos el Canal de la Mancha por debajo del agua y al llegar a Francia puse Soda Stereo a todo volúmen y le dije a Nick que la canción se llamaba 'American Venetian Blind' y sin entender nada se río y bajó las ventanillas mientras mirábamos desde la autopista el paisaje que durante horas se pareció muchísimo al fondo de escritorio genérico del Windows Vista pero con molinos de viento a veces.

Llegamos muertos y como era dia festivo los supermercados estaban cerrados, pero Nick dijo que no había problema porque en la casa había cosas para comer.

A la hora de la cena, bajó a la bodega y subió con una botella de vino tinto y un frasco con una conserva amarilla y dijo que eran gran reservas del 2008 y nos morimos de la risa.

Lavando los platos después de cenar me fijé discretamente en la etiqueta escrita a mano del frasco que ponía "sanglier avril 2008".

*sanglier; puerco salvaje

Precios del Exilio

Cuando veo en alguna tienda 2x1 mango o alguno suelto por debajo de £0,80 lo compro sólo por la curiosidad de saber si saldrá bueno. Suelo equivicarme, pero cuando me sale alguno carnoso y dulce, entonces ese vale por todos los que se fueron a la basura.

Hoy tenía antojo de comer aguacate y pagué £1,39 en una tienda infame de mi barrio por uno más bien tirando a pequeño si uno lo compara con los que dan los palos en Jamundí. A cualquiera le hubiera dado un infarto si me ven pagar $5080 pesos por un aguacate de ese tamaño, pero el antojo era más grande que culquier otra cosa.

El almuerzo fue como un viaje en la rueda-de-chicago a media noche, como un paseo en lancha con los pies colgando de la proa, o una cabalgata sabanera en la que uno se topa con la mirla que canta en la copa florida del arrayán